LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER, reseña
- Milagros García
- 15 ago 2016
- 3 Min. de lectura

Mujeres heroicas, mujeres que abandonaron sus zapatitos de cristal por botas de barro. Mujeres en la guerra. Esa es la base del libro con el que ganó el Premio Nobel de Literatura (2015) la escritora soviética Svetlana Alexiévich. Sus libros aún se encuentran en proceso de traducción: están siendo traducidos al castellano por la editorial Debate.
Sinopsis: "Casi un millón de mujeres combatió en las filas del Ejército Rojo durante la segunda guerra mundial, pero su historia nunca ha sido contada. Este libro reúne los recuerdos de cientos de ellas, mujeres que fueron francotiradoras, condujeron tanques o trabajaron en hospitales de campaña. Su historia no es una historia de la guerra, ni de los combates, es la historia de hombres y mujeres en guerra. ¿Qué les ocurrió? ¿Cómo les transformó? ¿De qué tenían miedo? ¿Cómo era aprender a matar? Estas mujeres, la mayoría por primera vez en sus vidas, cuentan la parte no heroica de la guerra, a menudo ausente de los relatos de los veteranos. Hablan de la suciedad y del frío, del hambre y de la violencia sexual, de la angustia y de la sombra omnipresente de la muerte. Alexiévich deja que sus voces resuenen en este libro estremecedor, que pudo reescribir en 2002 para introducir los fragmentos tachados por la censura y material que no se había atrevido a usar en la primera versión." (Fuente: Cúspide)
RESEÑA:
Tapa anaranjada. Más de 300 páginas. Segunda Guerra Mundial, URSS contra Alemania. La feminidad hecha palabras, en las que la valentía no toma su figura tradicional. En La guerra no tiene rostro de mujer no se cuenta la típica historia, no están los testimonios cliché de patriotismo -sin dudas, por supuesto, era la vida por la patria. La mujer narra su propia vivencia en medio de la batalla, en el frente; lo que fueron los "detalles" que nos hacen humanos: una soldado, luego de un día exhausto, recogió tres violetas con las que decoró su armamento; una soldado cargando durante ocho horas a un herido. No es el relato del hombre, que bien contaría -y de hecho lo hacen- la guerra desde otra perspectiva, desde un lado más heroico. No. Estas mujeres, que sin temor dieron a conocer sus nombres y sus experiencias, se convirtieron en heroínas al decir la verdad tal cual es, sin ficción, a partir de una posición más humilde... más femenina. Además, en los testimonios hay una oposición llamativa. Muchas mujeres aseguran que nunca les habían llamado la atención los libros bélicos, escapaban de ellos. Sin embargo, cumplidos los 18 años y confirmada la guerra, se empeñaron en querer alcanzar el frente de combate.
Los primeros párrafos del libro están narrados por la misma autora, narrador y autor se funden, porque se trata de un ensayo. Y esas líneas introductorias... no sabría cómo explicarlo, son muy femeninas. Femeninas en cuanto a lo maternal, por el lateral dulce y delicado que, contrastadamente, a partir de los testimonios verídicos, están mezclados con el de la violencia y el hambre. Este ensayo me cautivó desde la mismísima tapa, el color, las imágenes y el juego del diseño. El título. Cuando comencé a leerlo, mis expectativas aumentaron. Las palabras de la autora me habían llegado, la idea misma de la guerra contada por las mujeres, mujeres que desde pequeñas no eran entrenadas con la noción de "ir a la guerra" como los niños; pero que, finalmente, fueron. Mujeres que tomaron coraje, la mayoría dispuestas a dar batalla, a tener la sensación de ser inmortales, que se las rebuscaban para poder ser asignadas a un sector del combate, para después luchar por llegar al frente. Mujeres heroicas, mujeres que abandonaron sus zapatitos de cristal por botas de barro.
Será por su carácter de realidad... admito que siempre me han gustado más las historias no ficcionales, las que fueron reales, tal y como se cuentan. A tal punto me atrapó que lo terminé en solo tres días. No podía parar de leer. Fue como si un mundo desconocido se abriese delante de mis ojos. Me encantó, me fascinó.
5 estrellas para La guerra no tiene rostro de mujer.
Voces de Chérnobil, próxima reseña.
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